Entrar al mundo de la docencia fue una de las experiencias más reveladoras en mi vida. Me situó en un contexto que arrojó luz sobre una cuestión crucial en el sistema educativo. Como maestro de matemáticas, pude identificar un sesgo cognitivo que parecía arraigado en la mayoría de los docentes. La tarea de un profesor de matemáticas no consiste simplemente en impartir cálculos numéricos con rapidez, dado que las calculadoras y las computadoras pueden realizar esas operaciones de manera más veloz que un ser humano. Más bien, se trata de estimular el pensamiento crítico en los estudiantes, enseñarles a emplear el razonamiento para abordar problemas, explorar diversas vías para resolverlos y extraer conclusiones. El uso de la lógica, la capacidad de descomponer un problema en sus componentes esenciales, constituyen los verdaderos fundamentos del aprendizaje de las matemáticas. Esto va más allá de la mera habilidad numérica; se trata de entrenar la mente para comprender cuestiones complejas o, en ocasiones, conceptos tan simples de lógica que también sirven en la vida diaria, sobre todo en esta era de la información y la desinformación. Independientemente de tu camino en la vida, esta capacidad de aprender y relacionar nuevos conocimientos con lo que ya sabes es una destreza invaluable que las matemáticas cultivan y te facilitarán el camino.
Otro aspecto que pude constatar es que, en muchos casos, no existe una comprensión clara de cómo enseñar la Ciencia o, incluso, una falta de entendimiento de la filosofía que subyace a la Ciencia. Durante una clase en la mismísima Escuela de Profesores, es decir, donde se supone que está el conocimiento y donde se aprende a cómo educar a los jóvenes de Enseñanza Media, escuché a un licenciado expresar preocupaciones acerca de las "verdades absolutas", insinuando que estas podrían ser erróneas. De hecho, hizo una afirmación peculiar: "La Evolución tampoco es verdad; los monos en el bosque nacen siendo monos y mueren siendo monos". Esta declaración sugiere que tal vez este individuo piensa que la teoría de la evolución funciona como en Pokémon, donde una individuo puede cambiar de la noche a la mañana, o como cuando Sid en La Era de Hielo dijo que para escapar de la inundación podrían esperar a evolucionar y desarrollar agallas para irse nadando. Sin embargo, no es justo atribuir a la teoría de la evolución de Darwin una explicación tan simplista. Los científicos no poseen una certeza absoluta sobre todos los aspectos del funcionamiento de la evolución, pero cuentan con teorías que intentan explicar cómo las especies evolucionan a lo largo de millones de años. Ejemplos notables son la teoría de la evolución de Darwin, la teoría del gen egoísta de Richard Dawkins y otras. La evolución en sí misma es un hecho respaldado por una abundante evidencia. Tenemos pruebas sustanciales de que las especies han experimentado cambios a lo largo de los millones de años que han transcurrido desde la formación de la Tierra y desde la aparición de las primeras formas de vida en nuestro planeta. El problema reside en la percepción errónea de que la teoría de la evolución de Darwin afirma que los seres humanos se derivan directamente de los monos, una simplificación que ningún científico competente respaldaría.
En otra ocasión me encontraba en una reunión observando la presentación de una plataforma que también ofrecía material de estudio. Durante la presentación la persona a cargo mostró cómo se accedía a las lecciones y seleccionó una de ejemplo que trataba sobre La Evolución, cuando se dió cuenta del tema que había abierto mencionó que: “Obviamente esta lección no es algo que enseñaríamos en clase porque no se ajusta a los principios que enseñamos pero…” Luego, prosiguió describiendo las características de la plataforma.
Este tipo de malentendidos y simplificaciones injustificadas subraya la necesidad de una mayor educación en el pensamiento crítico y la comprensión de la ciencia. La educación no se trata de memorizar hechos, sino de fomentar la capacidad de cuestionar, investigar y discernir información. En mi opinión, el enfoque pedagógico debe centrarse en nutrir la curiosidad natural de los estudiantes, guiarlos hacia la comprensión de los procesos subyacentes y ayudarlos a desarrollar habilidades críticas que les servirán en todos los aspectos de la vida.
¿Por qué se considera que ciertos temas no son apropiados para la enseñanza en el aula? ¿Alguna vez se han preguntado si estos temas podrían abordarse con una mente abierta? Además, ¿por qué se percibe la teoría de la evolución y el creacionismo como conceptos totalmente opuestos? ¿Es imposible considerar que las leyes que rigen la evolución de las especies, una vez descifradas por completo, podrían revelar una belleza y perfección matemática que sugiere la mano de un Gran Diseñador? Es decir, estas leyes indiscutiblemente existen, pero también podrían ser vistas como un componente hermosamente diseñado del tapiz de las leyes del Universo, junto con la mecánica cuántica, la geometría y todas las ramas de la ciencia. Invito a todos a explorar la belleza que podría haber sido colocada en la materia y en la vida por un Creador, sin sacrificar la importancia de la investigación científica y el entendimiento del mundo que nos rodea. Comparte tus reflexiones en los comentarios y únete a esta apasionante conversación.
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